Esta semana se desarrolló en Santiago un encuentro internacional de jóvenes latinoamericanos que participan en diferentes programas de voluntariado profesional en territorios, similares a nuestro Servicio País.
Una joven colombiana nos explicaba, en ese contexto, lo relevante que resulta en su país, sobre todo en las zonas rurales más afectadas por el conflicto armado, que la comunidad deje de sentir que su horizonte sigue marcado por la violencia, «que la muerte deje de ser algo normalizado y se abran las puertas al desarrollo humano, social y sostenible», nos dijo. Efectivamente, las zonas más afectadas por el conflicto son las más rezagadas y donde hay menos oportunidades de salud, educación, de trabajo y de una economía ajustada a la legalidad. Ella participa en «Manos a La Paz», el programa que ha impulsado el PNUD y el gobierno colombiano para que jóvenes profesionales y estudiantes, generen vínculos comunitarios en zonas afectadas y comiencen a reconstruir a todo nivel, la confianza perdida.
Chile tiene el orgullo de poder apoyar técnicamente esa experiencia a través de Servicio País, que cumple 22 años haciendo efectivamente aquello: recomponer el vínculo comunitario en el seno de la propia comunidad, y entre la comunidad y las oportunidades que brinda la sociedad.
La fuerza de la juventud se convierte en una oportunidad en todos los países del continente. Una oportunidad que es doblemente virtuosa: ellos y ellas pueden ser un aporte en la regeneración de vínculos en sociedades fracturadas.
Por cierto que la realidad chilena no está marcada por un conflicto de la envergadura del colombiano, pero aunque se crea lo contrario, la deficiencia constante de nuestras políticas estandarizadas, el centralismo y la falta de participación en las decisiones que atañen a las personas, son formas de agresión que la sociedad permite que sucedan y que requieren de un cambio de enfoque en la política social, de modificar la forma en que convivimos y de un conjunto de voluntades que aporten a reconstruir las confianzas y el tejido social fracturado.
En este escenario, la fuerza de la juventud se convierte en una oportunidad en todos los países del continente. Una oportunidad que es doblemente virtuosa: ellos y ellas pueden ser un aporte en la regeneración de vínculos en sociedades fracturadas, por una parte, y por otra, al vivir la experiencia del voluntariado profesional, serán sin duda, futuros agentes de transformación social y ciudadanos comprometidos con la justicia social y la paz.
Por Leonardo Moreno, Director Ejecutivo de Fundación Superación de la Pobreza.